jueves, 13 de diciembre de 2012

¿Existe el mal? ¡No tengo ni idea! ¿Y si fuera todo amor? ¡Menudo lío!

El mal y Dios van sumamente ligados. Todos los hombres se han preguntado en alguna ocasión por el origen del mal. Muchos de ellos, dejaron de creer en Dios por el dolor que vivieron en su propias carnes o que vieron a su alrededor.
Si Dios es Todo en cuanto a lugar y nosotros fuimos creados por Él, debimos ser creados en su propio interior. Y si Dios es Amor, todo lo que engendró tuvo que ser Amor. Entonces ¿Dónde surge el mal? ¿Lo creó Dios?
Han tratado de definirme el mal como la ausencia de Dios en el corazón de los hombres. Esta explicación, como creyente, no me convence. Afirmar que existen espacios en los que Dios se ausenta es decir que dentro del Todo existen vacios. Por lo tanto, Dios dejaría de ser TODO para convertirse en tan sólo una parte.
Convencida de que Dios es Todo, me veo en la obligación de buscar otra explicación. Si el Todo es AMOR y el amor es BIEN; el mal, tanto referido a estado como lugar, no puede existir, sencillamente porque no tiene un sitio donde residir.
Y sigo preguntando: ¿Dónde se origina el mal? En el libre albedrio, me contestan. Dios nos da la libertad para elegirle a Él o no, o lo que es lo mismo, nos da la libertad para elegir entre el bien y el mal. Pero esta respuesta tampoco me resuelve la duda. Si Dios, que ocupa todo, es amor, o lo que es lo mismo el bien ¿Entre que bien y mal voy a escoger? Si un árbol tiene peras, puedo dejarlas en el árbol, o comérmelas, pero no puedo escoger manzanas, porque no las hay. Por lo tanto, ¿Cómo voy a elegir lo que no existe?
Si Dios es Amor, todo lo creado por Él es Amor. Causa y efecto. Por lo tanto, todas las vibraciones energéticas en sus distintas frecuencias, desde las más bajas a las más altas, y desde lo invisible a lo no visible, deben estar constituidas en su esencia por Amor que se puede traducir en magnetismo. Porque el amor atrae al amor. Una atracción que se produce en todo cuanto existe y que funciona de igual manera en lo más ínfimo y en lo más ingente. Al igual que a nivel micro en un átomo los electrones son atraídos por el núcleo, a nivel macro, nuestro sistema solar es atraído por el sol, de manera que todo funciona siguiendo el mismo patrón y haciendo que exista una coherencia entre todo que le permita funcionar correctamente.

Si cada célula de nuestro cuerpo está organizada en base al amor, y por tanto esta “cualidad” es inherente al hombre ¿por qué existen las guerras, el hambre y un largo etc.? Es incoherente que el amor, tal y como debería ser, produzca ese daño. Entonces ¿qué ocurre? ¿Qué es lo que se me escapa? No logro entenderlo. Tan sólo se me ocurre una explicación.
Tal vez el libre albedrío deba consistir en otra cosa. Quizás el libre albedrio nos dé la libertad de poder experimentar, vivir y propagar ese Amor pero por el camino que nosotros escojamos y de la manera que deseemos.
¿Y si estuviéramos llamando mal a un amor mal proyectado y entendido pero que al fin y al cabo es amor? En el Antiguo Testamento se alude con frecuencia a que no se debe adorar a dioses de piedra y otros materiales físicos. En el Nuevo Testamento hace hincapié en que no se debe amar al templo sino a lo que hay dentro, o que no hay que amar las apariencias, como los fariseos, etc. Si lo trasladamos a hoy en día, Jesús se referiría al poder, la fama, el dinero, la apariencia…Pero todo hace referencia a un amor mal enfocado. Es un amor ofrecido hacia algo erróneo: “Yo amo el poder, Yo amo la fama, yo amo las riquezas, yo amo la perfección, etc. De hecho, Jesús viene a decirnos: No améis esto; amad esto otro. No améis así, amad de esta manera. Él viene a darnos el orden en que deberíamos amar. De hecho sus mandamientos principales son dos. EL primero: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y el segundo: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús enseña constantemente hacia dónde debemos dirigir el amor y cómo hacerlo. Insiste en que el amor que todos llevamos dentro, debemos expandirlo primero a Dios y después a los demás. Pero ¿Qué ocurre si invertimos ese orden del amor?
Si invertimos ese orden, seguiremos amando, pero de manera equivocada. En primer lugar, nos amaremos a nosotros mismos más que al resto. Amaremos la fama, el poder, las apariencias y un largo etc. Y ese amor invertido, egoísta es el que lleva al hombre al caos. Si el amor, según lo establecido por Dios, es dar; indudablemente, el amor invertido o equivocado es recibir. Y es aquí donde empieza a producirse el desequilibrio entre los hombres. Unos tienen más, porque a otros les falta.

¿No podría ser precisamente este amor egoísta y centrado en uno mismo lo que conocemos como mal? Ese mal seguiría siendo amor, pero mal enfocado y proyectado.
 
Cuando hay guerras por conseguir el poder sobre otros, o para conseguir recursos de otros países ¿No es eso anteponer el amor a los bienes materiales ante las personas? ¿No es un amor mal proyectado, invertido, enfermo?
El mal es un amor sin sabiduría. Todos los hombres buscamos ser felices, Todos nos movemos por amor, pero en ocasiones buscamos y damos la felicidad que da el amor en el lugar equivocado. Sin sabiduría el amor se vuelve egoísta. Y el egoísmo provoca el caos.
Si esto fuera así, el mal, tal y como lo conocemos, sólo habría sido creado por el hombre.
Sólo sé que no sé nada.
Pequeña

¿Quién soy yo?

¿Quién soy yo? ¿Soy lo que digo? ¿Soy lo que hago? ¿Soy mis sentimientos? ¿Soy lo que pienso?

No soy mis palabras porque muchas veces mi boca dice cosas, mi mente piensa distinto y mi corazón siente diferente. Tampoco soy lo que hago porque si hiciera algo distinto seguiría siendo yo. Tampoco soy mis sentimientos que pueden cambiar de la noche a la mañana por las diferentes circunstancias. ¿Qu...
ién soy entonces?

Yo soy yo. Lo que siento, pienso o hago es una mera consecuencia de mi ser. Es gracias a que soy lo que me permite experimentar todo eso. ¡Simplemente soy! Todo lo demás es fruto de mis genes, de la educación que he recibido, de la cultura y sociedad en la que he nacido.

¡Simplemente soy! Pero… ¿Quién es ese soy, ese existo? Sí, soy un pedacito de ti revestida de carne, tiempo y mortalidad como el resto de lo creado. Sí, soy un pedacito de ti porque de tu pensamiento fui creada y por tu deseo vuelvo a ti. Porque de tus manos salí y antes de nacer te conocí, mi alma busca regresar para fundirse nuevamente en ti.

Sí. Yo soy yo. Una mota de agua de tu eterno e inmenso océano. No quiero ser gota de aceite que flote. No quiero sobresalir de ti. No quiero ser lo que no soy. No quiero creer que soy gota de aceite y perder mi identidad. ¿Qué hay más maravilloso que ser mota de agua en ese océano que eres tú? ¡Qué pequeños y que insignificantes somos y a la vez tan grandes!

Ayúdame a ser agua limpia. Ayúdame para no convertirme en aceite. Y si alguna vez lo hago, vuelve a limpiarme una y otra vez. ¡Cuida de todas y cada una de las gotas de tu océano!

Pequeña